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Habana Libre

Publicado: 2011-02-09

Tuve la fortuna de viajar a Cuba recientemente y conocer una realidad que tantas veces había leído en el blog Generación Y, de Yoaní Sanchez. Por supuesto que la experiencia no iba a ser la misma que la de aquellos cubanos que día a día viven y sobreviven en una isla de la cual yo no entendía por qué tanto alboroto. Comprenderán que este post no es un relato de mis aventuras cubanas sino la narración desde la mirada de un economista. Curiosamente me sentí contento, como a quien le dicen que va a conocer alguna civilización casi extinta. De comunistas/socialistas o como quisiesen denominarse. Ideas que para el mundo occidental ya habían demostrado ser fallidas. Quería conocer cómo era ese Socialismo del Siglo XX y si en algo era mejor que ese Socialismo del Siglo XXI que cierto individuo agorilado pretende hacer creer (al pueblo venezolano) que es la vanguardia del pensamiento económico. Una señorita que de casualidad viajaba conmigo en esos andares por La Habana señaló algo que me pareció curioso y que se vende como una idea exótica y superior. Y la frase que soltó fue “y es que aquí todos son iguales”. ¿Iguales? En qué sentido son iguales. Porque previamente el guía había explicado que los cubanos ricos habían decidido emigrar durante la revolución… y ahora todos eran iguales. ¿Pobres? Fue el primer pensamiento que me asaltó. Podrá sonar insensible pero esa era la realidad que se me revelaba a cada paso. No había vuelta que darle. Todos eran pobres. Por consiguiente, todos eran iguales. (Con sus excepciones revolucionarias, como se ve en la foto.) Un Audi A4 avistado alegremente en La Habana, donde todos son iguales. Un paréntesis: una de las cosas que me pareció muy interesante fue que el racismo parecía inexistente. La isla había sido colonizada por españoles y por negros africanos. Sus descendientes pueblan la isla y no existe entre ellos – al menos en mi experiencia – un atisbo de desprecio entre ellos. Para mí, algo sorprendente y tal vez uno de los mayores éxitos de la revolución: creó un pueblo que no distingue por el color de piel. Se me hizo notar que “todos eran iguales”… pero tal vez en cuanto a su riqueza material. En lo que podían adquirir. Sin embargo, en ciertas miradas se podía distinguir inconformismo, esa característica tan humana de querer más de lo que tenemos, de ser más de lo que somos. No un simple homo economicus, sino un hombre completo. El sentirse que esa situación no podía ser así. Tuve la oportunidad de conversar con muchos habaneros. Si bien algunos se sentían felices viviendo así, otros, los de mirada disconforme referían que la vida no podría sobrellevarse si no trabajaban todos (dentro de la familia) por los quince pesos convertibles que ganaban al mes (alrededor de 16.20 dólares). Ellos no querían ser iguales y les estaban negando la oportunidad de sobresalir. Tal vez sus necesidades básicas estaban satisfechas. Tal vez tenían comida, vestido, educación, salud. Pero algunos quieren probar qué se siente sobresalir. Ser mejor que los demás. En general libertad. Libertad como la describiría Amartya Sen. Aquella libertad que nos hace más felices, que nos hace “más ricos”, una riqueza intelectual, espiritual, cultural. Y en Cuba, una nación que se jacta de tener unos niveles altos de educación y salud, falta libertad. Qué importaba ya la libertad de expresión si ni siquiera la libertad de prosperar, de sobresalir se puede ofrecer. P.D.- Tryp Habana Libre, era justamente el hotel donde me alojé. Un nombre que de hecho me llamó la atención y que me trajo a la memoria las ideas de Sen sobre libertad. De ahí el título del post.


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