Efectos de nuestra crisis: Xenofobia
Los efectos de la crisis actual sobre las economías de muchos países son (y serán) terribles. Y dentro de estas, serán las familias (y las generaciones venideras) quienes más los sufrirán. Recuerden: nosotros somos resultado de una situación similar. Somos hijos de una crisis, la del primer gobierno aprista. Las crisis siempre dejan secuelas que afectan la forma cómo las familias suelen vivir. Los aproxima a otra realidad, los enfrenta a un mundo al que no están acostumbrados. Si bien es fácil que una situación de pobreza se revierta, una vez se dinamiza la actividad económica y los trabajos se incrementan, las secuelas psicológicas (por llamarlas de alguna manera) permanecerán tiempo después de que la crisis haya pasado. Desde donde lo veo, las secuelas psicológicas atañen los miedos y odios más profundos, sobretodo en los grupos golpeados más fuertemente por las recesiones. Estos suelen ser, en los países desarrollados, los grupos de trabajadores. Son masas que claman por una explicación pues no pueden proveérselas por sí mismos. Se consideran víctimas de alguien y usualmente este alguien tiene que ser aquel que es diferente. Diferente física o intelectualmente. La xenofobia cae perfectamente en la primera categoría. Usualmente las masas desesperadas consideran que las minorías les quitan trabajo, dinero, oportunidades; en definitiva, todo aquello que les podría haber salvado de la pobreza. Pensemos en los Estados Unidos: la ley SB 1070 de Arizona contra la inmigración ilegal permitía deportar a cualquier persona que ellos consideren ilegal (o sea, diferente); el atentado contra la congresista Giffords – en Arizona también – por considerársele defensora de inmigrantes; su siempre alegre muro fronterizo con México… Pero si bien Estados Unidos es un ejemplo fácil, veamos algunos hechos desde Europa. Francia tiene una política que se podría calificar de desprecio hacia los gitanos y musulmanes. A los primeros se les ha expulsado mientras que a los musulmanes se les prohíben ciertas prácticas propias de su identidad. En España se vienen produciendo movimientos anti-migratorios muy fuertes. Recordando que las últimas elecciones, el candidato Mariano Rajoy, prometía el respeto a los derechos de los migrantes si estos respetaban las costumbres de los españoles. Y recientemente, en Rusia, el diplomático peruano Sergio del Castillo se encuentra desaparecido; se supone que grupos xenófobo de neofascistas lo habrían asesinado. Es cierto, no se puede decir que la única causa de todo esto sea la crisis, pero debe resaltarse que es justamente después de la misma, que parecen agilizarse y afianzarse los sentimientos más xenófobos y retrógrados en la mente de los pobres de los países desarrollados.